EL TABACO ENTRE NUESTROS HIJOS

EL TABACO ENTRE NUESTROS HIJOS

Hace poco más de 500 años que el mundo tomó conocimiento de la existencia de una hierba propia de América que no tardó en cautivar a todo el mundo conocido. El desconocimiento de lo que representaría para la humanidad, la rápida adicción a su consumo y la creencia de muchos, incluyendo médicos de la época, de que el tabaco tenía propiedades contra diversas afecciones, facilitaron su diseminación. Pero también hubo voces que se alzaron contra el humo que envolvía a la gente que no quería fumar, tal es el caso del autor del primer tratado contra el humo que escribiera el predicador jesuita Jakob Blade en 1658. A lo largo de todos estos años, el hombre ha entendido que el tabaco genera placer y también enfermedad pero le cuesta mucho establecer el límite entre lucha contra el tabaco y discriminación del prójimo.

Lo más importante de la lucha es que no debe librarse contra la persona del fumador, que es un ser humano enfermo que tiene un alto riesgo de morir a causa de su adicción. Tal vez le sea menos dificultoso pensar en abandonar el tabaco a una persona que siente el peso de sus años de fumador pero es improbable para una adolescente, que por naturaleza tiene una sensación de omnipotencia se siente “libre” fumando un cigarrillo.

Para quien desee observar una escena cotidiana de lo que representa el tabaco entre nuestros hijos, bastará con detenerse en las inmediaciones de cualquier colegio y solo observar. Realmente estremece ver la cantidad de alumnos que llegan fumando y que apagan el cigarrillo en la puerta del colegio o hacen tiempo en grupo para terminar el cigarrillo que están fumando. Otra estampa curiosa es la de aquellas alumnas que sólo instantes después de que sus padres las dejaron en la puerta, desvían su camino hacia una esquina para fumar un cigarrillo antes de entrar al colegio.

Probablemente los padres ignoramos si nuestros hijos están fumando, tal vez porque el ritmo de vida que llevamos no nos deja tiempo para dialogar con ellos y sencillamente educarlos con el mayor afecto para que no comiencen a fumar. Pero ¿qué pasaría si nos enteramos que nuestro hijo/a ha comenzado a fumar? ¿Cuál sería nuestra reacción? Lejos del lógico enojo, deberá prevalecer el concepto de que se está enfermando y que necesita más que nunca del apoyo y la contención de la familia. Esta penosa escena solo puede ser evitada con educación desde edades muy tempranas acerca de lo que representa el tabaco para la salud y para eso es necesario conocer aspectos básicos de lo que significa el consumo de tabaco.

En primer lugar, es necesario comprender que el fumar no se limita a una remota posibilidad de tener cáncer de pulmón en un futuro lejano. No podemos conformarnos con aquella frase que los jóvenes han aprendido de los adultos: “… y bueno, de algo hay que morirse”. Quien ofrece este absurdo como respuesta no es consciente de que el momento de morirse no llega solo; lo hace con mucho sufrimiento y con familias agobiadas tras acompañar una lenta agonía que se debate entre la asfixia, el dolor y la impotencia.

El tabaco es la 2ª causa de mortalidad en el mundo y es factor de riesgo para 6 de las 8 principales causas de muerte. Actualmente mueren 5.400.000 personas por año en el mundo a causa de enfermedades vinculadas al tabaquismo, lo que equivale al derrumbe diario de  6 Torres Gemelas y, si no se modifica el consumo actual de tabaco, hacia el año 2020 se estima que la cifra rondará los 8 millones de personas por año. Según datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS), este año el tabaco matará más personas que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas. Asimismo, la OMS señala que la mitad de los fumadores actuales morirá a causa del consumo de tabaco. O sea, 1 de cada 2 fumadores morirá como consecuencia del fumar. 

En 1998 a raíz de procesos judiciales en Estados Unidos, se dieron a conocer unos 6 millones de documentos secretos de las compañías tabacaleras incluyendo notas, memorando, faxes, etc. En 1981, un documento interno de Philip Morris expresaba: “el adolescente de hoy es el potencial cliente estable de mañana. La mayoría aplastante de los fumadores fuma por primera vez en la adolescencia”.  Por otra parte, un documento interno de R.J. Reynolds del año 1984 (fabricante de Camel) señala que “solo el 5% de los fumadores comienza a fumar después de los 24 años”. En 1983, Brown & Williamson Tobacco Corporation investigó de la edad a la que se comienzan a fumar las personas y encontraron que se comenzaba a fumar entre los 11 y los 30 años pero el pico máximo de iniciación se daba entre los 14 y los 18. Solo esta franja de edades abarcaba más del 90% del total de nuevos fumadores cada año. La niñez y la adolescencia son las edades más vulnerables para comenzar a fumar y fueron durante décadas el principal objetivo de las campañas publicitarias de las compañías tabacaleras. 

Si Ud. le pregunte a su hijo, a su nieto, a su sobrino, cuántos de sus compañeros fuman probablemente se asombrará con la respuesta. Sin ánimo de ser cruel pero con la más sincera intención de ser realista un debe pensar que la mitad de los compañeros de mi hijo (o mi propio hijo) van a morir si no abandonan el tabaco. 

Sin embargo miles de niños y adolescentes comienzan a fumar todos los días, a pesar de que se encuentran vigentes disposiciones legales que prohíben la venta de cigarrillos a menores de 18 años. Es decir que el sector más vulnerable de la sociedad, todos menores de edad, es el que más fácilmente accede a los cigarrillos y el que más fuertemente fuma entre todas las edades de la vida, en contra de toda advertencia médica, de reglamentaciones, de ordenanzas y de leyes.

En medio de este caos y en las narices de una sociedad que permanece pasiva, nuestros hijos dan inicio al camino que conduce a la muerte de 45.000 argentinos por año. 

Dr. Rubén Bosi  - MP.: 92.688

Especialista Jerarquizado en Neumonología Pediátrica

INSTITUTO AVE PULMO 

Dpto. de Neumonología Pediátrica y Prevención del Tabaquismo

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